martes, 26 de agosto de 2014

YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO TORREPAREDONES


El lugar conocido como Torreparedones o Torre de las Vírgenes está ubicado en plena campiña cordobesa, entre los ríos Guadalquivir al norte y el Guadajoz al sur, justo en el límite septentrional de los términos municipales de Castro del Río y Baena. La situación topográfica de Torreparedones, sobre una de las cotas más elevadas de la zona, es ciertamente estratégica, pues sus 579.60 m.s.n.m. de cota lo convierten en el “techo de la Campiña ”, motivo por el cual estuvo ocupado por el hombre desde los tiempos más remotos. Así, al menos durante 3.500 años (desde la Edad del Cobre hasta la Baja Edad Media), diversos pueblos y culturas dejaron su huella a través de los más variados restos materiales: cerámica, vidrio, piedra, metal, etc. En las épocas ibérica y romana Torreparedones alcanzó su máximo esplendor; ya desde el siglo VI a.C. se rodeó de una potente muralla, reforzada con torres, que rodea un espacio de 10,5 Ha.


Torreparedones, historia de un enclave privilegiado


 En 1833 el yacimiento saltó al escenario nacional e incluso internacional gracias al hallazgo casual del Mausoleo de los Pompeyos, una tumba monumental, al parecer, hipogea, en cuyo interior había 12 urnas cinerarias de piedra con los nombres grabados de las personas allí enterradas.


 La publicación del libro de José A. Morena titulado "El Santuario Ibérico de Torreparedones (Castro del Río-Baena, Córdoba)" en 1989, supuso un hito en la historia del yacimiento pues originó la puesta en marcha de un ambicioso proyecto de investigación denominado "The Guadajoz Proyect" dirigido por los profesores Mª Cruz Fernández Castro, de la Universidad Complutense de Madrid, y Barry W. Cunliffe, del Instituto de Arqueología de la Universidad de Oxford, junto a otros arqueólogos de la Universidad de Córdoba. En el transcurso de los siete años de desarrollo del mismo (1987-1993) se llevaron a cabo, de forma simultánea, o alternativamente, trabajos de prospección, topografía, excavación, análisis de materiales arqueológicos, planimetría y dibujo, fotografía, redacción de los pertinentes informes, etc. que dieron como resultado varios libros publicados en Oxford.


 Entrado ya el s. XXI el Ayuntamiento de Baena ha retomado las actuaciones con el objetivo de crear en Torreparedones un parque arqueológico de cara, no solo a su estudio científico, sino también a su puesta en valor como un producto turístico. Se han comprado los terrenos, se han vallado, se han reiniciado las investigaciones, se está trabajando en la restauración y puesta en valor de ciertos elementos, etc., todo ello con el fin de que pueda convertirse en un importante foco de atracción turística. Los hallazgos realizados en las dos campañas de excavación hasta ahora realizadas ponen de relieve la excepcional importancia del yacimiento.




Hallazgos significativos

 Como hallazgos más importantes que destacar, de los que tenemos noticia, hay que citar el mausoleo de los Pompeyos, una tumba subterránea que estuvo en uso desde los momentos finales de la República , hasta bien entrado el siglo I d.C. Algunas de las personas allí enterradas desempeñaron cargos importantes en la administración municipal de la antigua ciudad de Torreparedones, como Cneo Pompeyo Afro que fue edil y duumviro.


 Otro mausoleo romano de época altoimperial, que al parecer estuvo decorado con singulares relieves, fue la llamada Mazmorra, situada en la misma zona que el de los Pompeyos. Se trata de una estructura realizada en opus caementicium de planta rectangular cubierta con bóveda de cañón y con un pasillo en su lateral oeste, a modo de entrada a la cámara sepulcral. 


También, de forma casual, se han encontrado las siguientes piezas: una escultura femenina acéfala tallada en piedra caliza, un capitel ibérico decorado con motivos vegetales tales como volutas y espirales siendo el motivo principal la roseta; un sillar de esquina en una de cuyas caras presenta en relieve una escena de culto, en la que dos mujeres ataviadas con túnica y manto depositan un vaso en forma de cáliz en el tesoro sagrado del templo o un togado realizado en mármol, datado a principios de época claudia y que constituye uno de los hallazgos más interesantes que demuestran la importancia que la ciudad romana de Torreparedones alcanzó durante los primeros siglos d.C.


 En la excavación desarrollada en 2009 en el entorno de la zona noble de la ciudad romana apareció un busto en mármol del emperador Claudio divinizado en el extremo sur de la plaza del foro, mientras que en el sector noreste aparecieron un togado y una figura femenina vestida con túnica y sobre ella un manto, ambos acéfalos y de tamaño algo mayor que el natural.


 En el centro de la plaza se documentó una inscripción con el nombre del mecenas que costeó la pavimentación con losas de piedra de mina: Marco Junio Marcelo.

 Como elementos visibles hoy día en el yacimiento podemos citar la propia muralla ibérica que rodea el asentamiento, levantada hacia el año 600 a.C. y reforzada a intervalos.




El santuario íbero-romano

 En cuanto al santuario, localizado a extramuros, en el extremo sur, hay que decir que se han excavado estructuras pertenecientes a dos edificios de culto, de los cuales el mejor representado es el segundo en orden cronológico. El primer templo, se podría datar en época romana republicana y el segundo en época altoimperial. El segundo templo consta de tres espacios, uno al norte, a modo de cella, que era la zona más sagrada, y delante, al sur un gran patio a cielo abierto en el cual quedan restos de algunos bancos sobre los que se depositarían los exvotos y se realizarían determinadas ceremonias religiosas y más al sur, un vestíbulo al que se entraba a través de una rampa o escalinata.


 Al fondo de la cella, en la pared norte estuvo adosada una columna que no tuvo, al parecer, una función tectónica, levantada sobre un área cuadrangular pavimentada y delimitada por lajas de piedra alineadas en posición vertical.


 Esta columna representaba la divinidad adorada en el templo que era Dea Caelestis y que en este caso se representó de forma anicónica, en forma de betilo. La actividad cultual se desarrolló, por tanto, entre el s. II a.C. y mediados del siglo s. II d.C., momento en el que se produjo el abandono y destrucción del edificio religioso.


 Entre los hallazgos más significativos cabe señalar numerosas piezas de cerámica, dos altares tallados en piedra caliza local y más de 300 exvotos también realizados en piedra local. Los exvotos de Torreparedones que representan figuras antropomorfas (femeninas y también masculinas), partes del cuerpo (piernas) y tan sólo un équido, son manifestaciones de unas creencias religiosas, cuya naturaleza está por descubrir, pero que se limitan a ser una exposición del sentimiento hacia la divinidad, debiendo entenderse como ofrendas realizadas en acción de gracias por un favor recibido, que solía consistir en la curación de un miembro enfermo del cuerpo (piernas) o de cualquier otra enfermedad, incluso de alumbramientos sin problemas para madre e hijo, por lo que es posible que la diosa se venerara bajo el título de Juno Lucina, patrona de las parturientas romanas, cuya festividad tenía lugar el día 1 de marzo.


 En el caso del santuario se proponen obras de consolidación de las estructuras exhumadas y de recrecido de los muros que delimitan el vestíbulo y el patio central y, sobre todo, la cella, el espacio más sagrado en el que se hallaba la imagen de la divinidad.





La puerta oriental

 La entrada monumental torreada, en la llamada puerta oriental, se conformó en un momento muy posterior al de la erección del recinto fortificado de la ciudad, en época romana republicana. El hallazgo de sendas quicialeras en la zona más externa de las torres indica que la puerta exterior estaba compuesta por dos hojas de madera de 1.5 m. de anchura cada una, por lo que se puede suponer una altura de unos 4 m; en el interior, a unos 14 m., se documentó la presencia de una contrapuerta, también de dos hojas de madera, con sus correspondientes quicialeras. El paso de entrada entre las dos torres estaba acondicionado para el tráfico rodado y contaba con dos acerados que permitían el paso de los peatones sin ser molestados por carruajes y caballerías.





El Castillo medieval

 Este castillo, situado en la parte superior del asentamiento, originario del siglo XIII y reformado a finales del siglo XV, estuvo ligado a la antigua población de Castro el Viejo, nombre por el que fue conocido el asentamiento humano existente en Torreparedones desde mediados del siglo XIII, posiblemente porque cuando los repobladores cristianos ocuparon este lugar pudieron percibir con claridad, en función de los restos conservados del recinto amurallado y de otros edificios de época ibero-romana, que se encontraban delante de un “castro viejo”, es decir, de un recinto fortificado de gran antigüedad.


 A fin de proceder a su estudio y restauración, durante los años 2007 y 2008 se han llevado a cabo labores de excavación arqueológica en el interior del propio castillo y en su zona oriental. Estas excavaciones han permitido conocer la organización interna del edificio (compuesto por seis estancias de planta rectangular distribuidas en torno a un patio de armas central, provisto de losas de piedra y de un aljibe situado en su ángulo noreste, más un espacio de tránsito que comunica el acceso a la fortaleza con el patio de armas), su sistema de acceso a través del lienzo oriental (pasillo central protegido por doble baluarte) y la existencia de un foso de tierra que rodeaba al castillo por sus lados Sur y Este, todo ello estudiado tal y como se utilizó en época medieval, puesto que el recinto fue abandonado durante el siglo XVI y no se hicieron reformas arquitectónicas de época moderna.


Sin embargo, el estudio del asentamiento medieval de Castro el Viejo dista de estar cerrado tras esta intervención arqueológica. Diversos restos materiales no han sido todavía objeto de excavación, como la planta completa del edificio o el recinto fortificado situado al Este del castillo. Tampoco ha sido localizado el barrio de viviendas de época medieval, ni otros edificios singulares con los que forzosamente hubo de contar el asentamiento, como la iglesia parroquial. Y, por supuesto, es todavía muy poco lo que sabemos sobre el origen y evolución histórica de esta población, vinculada durante casi toda la Baja Edad Media al concejo de Córdoba y cuyo altísimo valor estratégico venía determinado por la proximidad de la frontera con el Reino Nazarí de Granada y por su función defensiva de las tierras cristianas de la Campiña oriental cordobesa.




El foro

 El termino foro era usado por los antiguos romanos para referirse al espacio grande, abierto y, normalmente, rectangular, en la parte central de una ciudad, un lugar público donde tenía lugar la asamblea del pueblo. En un principio era un espacio abierto, sin edificios, en el que la gente se reunía los días de mercado y en las fiestas religiosas, para las elecciones y para otros acontecimientos públicos; después, se convirtió en el centro político donde estaban los edificios civiles y administrativos y los templos más importantes. Con frecuencia tenía arcos en ambos extremos de las calles que lo atravesaban, el cardo maximus, la vía principal en sentido Norte-Sur y el decumanus maximus que atravesaba la ciudad en sentido Este-Oeste.


 El foro era, en definitiva, el centro neurálgico de la ciudad, con una gran plaza pavimentada abierta en torno a la cual se disponían los edificios públicos más importantes (templo, curia, tabularium, basílica civil…).


 El foro era el escenario ideal para colocar una parte importante de los textos jurídicos que regían el funcionamiento de la ciudad, sus relaciones con Roma o sus acuerdos con otras ciudades que aparecían grabadas en metal o piedra reproduciendo los documentos originales que se guardaban en el tabularium o archivo de la ciudad.


 De acuerdo con la norma vitrubiana su forma debía ser rectangular, aunque ello no siempre es así. Es el caso de Torreparedones cuya plaza forense, en el estado actual de la excavación, parece tener forma cuadrangular, con unas dimensiones aproximadas de 25x25 m. 


Su pavimento era de grandes losas de caliza micrítica de color gris, muy resistentes. En algunos de sus extremos presenta un canalillo perimetral que servía para evacuar el agua de lluvia hacia la cloaca que hay bajo el kardo. De momento no se ha encontrado ningún pedestal o inscripción honorífica, aunque sí evidencias sobre el pavimento de haberse colocado varios pedestales para estatuas en el flanco meridional. 


La pieza más significativa encontrada hasta la fecha es el busto en mármol blanco, a tamaño natural, del emperador Claudio divinizado.





El Macellum

Se trata de un mercado especializado en la venta de productos alimentarios 
exclusivamente, frecuentemente se vendían sólo productos de lujo, con altos 
precios.

Generalmente, el macellum se sitúa siempre junto al foro o en las 

proximidades de éste, aunque en cualquier caso se buscaba abastecer a la población y facilitar su acceso, así como el de los proveedores, sin estorbar la circulación del foro.

El macellum es un edificio independiente, delimitado, que alberga en su interior una serie de tiendas (tabernae) en torno a un patio central al aire libre (area) rodeado de pórticos (porticus), en el que se suele ubicar un estanque, fuente o algún elemento decorativo. Tenía que haber estancias en las que se guardasen las básculas públicas (staterae), los pesos oficiales, las medidas de capacidad, incluso para líquidos, y las de longitud, denominada sala de la mesa 
ponderaria.

La evidencia arqueológica de que una ciudad poseía un macellum es indicio de un grado de romanización avanzado, de aceptación del nuevo orden que Roma ofrecía, y de su incorporación al concepto de cultura arquitectónica romana.






El macellum de Torreparedones es un edificio de grandes dimensiones, con una superficie de 380 m2, situado al S. del decumanus maximus, al que se abren dos puertas. Se han detectado cuatro fases constructivas y de ocupación del edificio, desde el momento de su construcción en el s. I d.C. hasta época tardoantigua. En torno al patio corre un pórtico en tres de sus lados (E. S. y O.), con basas áticas sobre plinto y capiteles de estilo corintio; alrededor están las tiendas en las que se vendían diferentes productos alimentarios pero, sobre todo, carne y pescado. La presencia de una cisterna, de forma ovalada, en la 
esquina SO., en cuyo interior se han recogido restos óseos de peces, podría ser 
un indicio de que se vendiera algún tipo de pescado vivo.














Las termas

En el sector comprendido entre el decumano maximo y el limite S. del foro se localizan unas pequeñas termas. Aun no se han excavado al completo, pero se puede concluir que el acceso se realizaba desde el decumano a través de unos escalones desde los que se accedía a un vestíbulo. Las termas romanas eran baños públicos con estancias reservadas para actividades gimnásticas y lúdicas. 

También eran considerados lugares de reunión y a ellos acudía la gente que no podía permitirse tener uno en su casa, como los plebeyos o los esclavos. El uso de estas construcciones se generalizó en el mundo romano a partir del siglo I a. C., cuando se descubrió un sistema que permitía calentar y distribuir el aire caliente gracias al ingeniero Cayo Sergio Orata.

En Torreparedones se han identificado los siguientes espacios: vestíbulo, apodyterium (vestuario), frigidarium (ala destinada a los baños de agua fría), tepidarium (habitación de temperatura tibia que preparaba al bañista para la de agua caliente), caldarium con su correspondiente hypocaustum y el horno. 

Los pavimentos de las distintas estancias son de opus spicatum, opus signinum y opus tessellatum, este ultimo muy perdido. El interior de las estancias y las 
piscinas de agua caliente se realizaba mediante el sistema de hypocaustum,basado en la distribución mediante túneles y tubos de agua caliente y vapor que se extendía por debajo de los suelos de las estancias y piscinas y era alimentado por una serie de hornos




Esther Alonso.

http://www.baena.es/yacimiento-arqueologico-de-torreparedones

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