Crece la preocupación de los Gobiernos, que lo tratan como un tema de seguridad
Guardián de uno de los 30 rinocerontes que quedan en un parque de Zimbabue. / WWF
Si a cualquier niño se le pregunta por su animal preferido, es muy probable que en su lista aparezca el tigre o el elefante. Aunque estos animales sean los más conocidos, su número se está reduciendo considerablemente por culpa del tráfico ilegal de especies amenazadas, un negocio lucrativo que hasta ahora reportaba muy pocos riesgos. Sin embargo, la preocupación de los Gobiernos por ese comercio está creciendo cada vez más, pues los organismos internacionales lo relacionan con grupos terroristas. Tanto Interpol, como la Comisión sobre Prevención del Delito y Justicia Penal de Naciones Unidas están convencidos de que cada vez más grupos rebeldes se nutren de estas actividades para lograr dinero rápido para financiar sus actividades y comprar armas.
Una investigación del centro de estudios estadounidense Integridad Financiera Global (GFI por sus siglas en inglés) también concluye que este comercio ilegal se utiliza para financiar actividades terroristas. “En Estados Unidos se ha convertido en un asunto de seguridad nacional”, apunta Carlos Drews, director del programa de especies de WWF, una de las grandes ONG ecologistas del mundo. “Hay que involucrar a Interpol”, añade.
El tráfico de animales y sus partes ocupa el cuarto puesto en volumen de negocio del crimen organizado, después del narcotráfico, el tráfico de armas y el de productos falsificados. Según datos de Naciones Unidas, genera hasta 10.000 millones de dólares al año (algo más de 7.500 millones de euros).
Un kilo de cuerno de rinoceronte alcanza los 60.000 euros en el mercado negro. En Vietnam, por ejemplo, se ha difundido el rumor de que cura el cáncer, y también está de moda utilizarlo contra la resaca en las fiestas más exclusivas o para bajar la fiebre.
La próxima convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas se celebrará a primeros de marzo en Bangkok (Tailandia). El país anfitrión está considerado por las organizaciones conservacionistas como uno de los mayores mercados no regulados de marfil. Las redes aprovechan las leyes tailandesas, que permiten la venta de marfil de elefantes domésticos, para lavar grandes cantidades de marfil ilegal africano.
Nigeria y República Democrática del Congo son los otros dos países con más comercio ilícito. Para blanquear el marfil, las redes se sirven de tretas como el reclutamiento de prostitutas, a las que hacen pasar por aficionadas a la caza, para llevarlo a Vietnam. Como las leyes de estos países permiten que una persona saque los colmillos de un elefante por año como trofeo, les tramitan los permisos, les hacen una foto posando junto al elefante muerto y logran sacar el marfil sin consecuencias. Un cuerno de elefante tallado puede alcanzar los 190.000 euros.
Organizaciones como WWF y Traffic acuden a la próxima reunión con la intención de señalar a los países que fomentan estas prácticas, que generan la muerte de 30.000 elefantes africanos cada año, y pedir “restricciones comerciales estrictas” para ellos. “La demanda de marfil está disparando los niveles de caza furtiva”, señala Steven Board, director ejecutivo de Traffic.
Las redes actúan rápido y con la última tecnología. Entre 2011 y 2012 la matanza de rinocerontes se ha incrementado un 30% en Sudáfrica. Los propietarios de parques han llegado a teñir sus cuernos de morado o a difundir que les habían inyectado una sustancia dañina para la salud para evitar la masacre. WWF estima que quedan unos 20.000 ejemplares.
Solo 3.200 tigres, cuyos huesos son muy codiciados en la medicina tradicional China, viven en el medio silvestre. “Estamos cansados de esperar (…) se nos agota la paciencia, y también los animales”, asegura Drews, de WWF.
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