Las personas que esten tomando los medicamentos BAYCOL , VYTORIN, LIPITOR, ZOCOR, CRESTOR, MEVACOR, PRAVACHOLY LESCOL, seria recomendable que leyeran el excelente articulo publicado en la Revista Discovery DSalud , sobre como asustar al personal con una enfermedad, quizás inexistente, denominada colesterol alto en sangre y lograr uno de los mas grandes y sucios negocios de la historia, con medicamentos que está demostrado que perjudican hígado y otros órganos de nuestro organismo.
Si están entre este grupo de “riesgo” les invito a leer hasta el final este artículo, que aunque un poco largo, les mostrará como las gastan las Grandes Industrias Farmacéuticas.
Un consejo: Si estan agobiados por el dichoso colesterol hagan uso y abuso de una fruta mágica, la naranja, ¡¡¡ estan ya aqui !!!. Este medicamento seguro que no mata.
El exceso de colesterol “malo” ha pasado en apenas unas décadas de “factor de riesgo” cardiovascular a poco menos que una enfermedad en sí misma que debe ser tratada casi de forma crónica con fármacos para reducir o controlar su nivel en sangre. Pero, ¿qué hay de cierto? ¿Es eso así o se trata de otra estrategia de las multinacionales farmacéuticas para vender masivamente productos inútiles? ¿Se justifica la actual ingesta masiva de estatinas -cuyos efectos secundarios a largo plazo están aún por ver- o se trata de medicamentos que no previenen la arterioesclerosis y no han servido para salvar jamás una sola vida? Pasemos a valorarlo. La lucha contra el colesterol se ha convertido en uno de los grandes retos de la “medicina moderna”.
Y es que de ser presentado como un simple factor que puede contribuir a la aparición de accidentes cardiovasculares -junto a otros como la vida sedentaria, una inadecuada nutrición, el exceso de estrés, emocional o físico, o un consumo abusivo de alcohol y tabaco, entre otros- ha pasado a ser considerado una enfermedad en sí misma.
Actualmente muchas personas viven obsesionadas por el colesterol, con la angustia de que un día algún médico la mire y sentencie con voz solemne: “¡Tiene usted el colesterol alto!”. Y de ahí a convencernos de que estamos al borde del infarto sólo hay un paso.
Claro que en el fondo no hay de qué preocuparse ya que pocos instantes después el médico nos recetará el fármaco de turno y podremos irnos más tranquilos a casa. No importa la edad, que uno carezca de antecedentes cardiovasculares en la familia o que no haya sufrido ningún episodio anterior. Lo mejor es prevenir -eso nos dicen- y para eso nada como las “medicinas contra el colesterol”, es decir, las estatinas.
De hecho son el medicamento de moda. Tanto que una de ellas, comercializada como Lipitor, es el fármaco más vendido anualmente en Estados Unidos. Tanto que la venta de las diversas estatinas asciende a más de 26.000.000.000 de dólares anuales. Y tanto que, de empezar siendo un medicamento para las afecciones cardiovasculares hay quien habla ya de su uso contra la demencia vascular, el Alzheimer, el Sida, la diabetes y el cáncer.
Con lo que las farmacéuticas proponen ya descaradamente su venta sin receta. Es más, hay quien ha propuesto hasta ¡”enriquecer” con ellas el agua de algunas ciudades estadounidenses! Así están las cosas.
Se ha hecho creer a la población -e incluso a gran parte de los médicos- que el exceso del llamado colesterol malo es causa de muchas enfermedades pero que, gracias a Dios y a la Ciencia, unos fármacos milagrosos son la solución: las estatinas.
La publicidad bombardea machaconamente esa idea, los médicos la refuerzan y los grandes medios de comunicación -que ganan grandes sumas de dinero con sus anuncios- la apoyan sin plantearse siquiera qué hay de verdad en ello.
En suma, quieren hacernos creer -a pacientes y a médicos- que todo el mundo está de acuerdo en tres verdades presentadas como absolutas y que son las que sostienen un negocio fabuloso:
Bueno, pues la realidad es que no es así. Ni todo el mundo en la comunidad científica piensa que el colesterol tenga que ver con los accidentes cardiacos, ni todo el mundo cree que las estatinas prevengan los accidentes cardiovasculares al reducir el nivel de colesterol, ni todo el mundo está de acuerdo en que los estudios a largo plazo avalan esas afirmaciones.
Y como los razonamientos de quienes acusan al colesterol “malo” de tantos males y defienden las estatinas son de sobra conocidos permítasenos que, a título informativo, presentemos otros argumentos que suelen ocultarse para que cada cual decida por sí mismo.
¿Es el colesterol “malo” el responsable de la aparición de enfermedades cardiovasculares?
Hay quien piensa que no. Buena prueba de ello es que un grupo amplio de científicos, médicos, académicos y escritores sobre temas científicos y de salud de varios países se han reunido para formar La Red Internacional de Escépticos del Colesterol (THINCS) http://www.thincs.org/index.htm y poseen suficiente documentación como para tener entretenido a cualquiera durante semanas.
Y en efecto, existen muchos trabajos que reivindican el papel benéfico del colesterol.
Podríamos citar a muchos investigadores pero Ron Rosedale, especialista internacional en Nutrición y autor de El colesterol no es la causa de las enfermedades del corazón, resume con claridad el punto de vista de la mayoría:
En cuanto a la polémica colesterol bueno-colesterol malo agrega:
Llegados a este punto adelantamos ya dos ideas sobre las que volveremos más adelante: la coincidencia de lo manifestado por Rosedale con lo que asevera el doctor Matías Rath quien lleva años sosteniendo que el colesterol es un mecanismo de reparación del daño sufrido por las paredes arteriales al agrietarse el colágeno de su tejido conjuntivo por deficiencias nutricionales y la constatación -cada vez más compartida- de que en el caso de accidentes cardíacos el efecto positivo que se logra a veces con las estatinas se debe en realidad a su capacidad antiinflamatoria y no a que reduzcan el nivel de colesterol.
Parece corroborar esta afirmación uno de los estudios médicos más grandes realizado en humanos entre 1972 y 1998, el Múltiple Risk Factor Intervention Trial (MRFIT) -patrocinado por el National Heart, Lung, and Blood Institute (NHLBI) el MRFIT-, movilizó 28 centros médicos y 250 investigadores costando 115 millones de dólares. A partir de un grupo inicial de 361.662 varones los investigadores seleccionaron a 12.866 participantes para el estudio y disminuyeron los supuestos factores de riesgo en accidentes cardiovasculares: redujeron la grasa a menos del 8%-10% de las calorías, la succión de colesterol dietético a menos de 250-300, mg/día y el incremento de grasas poliinsaturadas al 10% de las calorías; así como el tabaco y la presión sanguínea. Y no tuvieron éxito.
Los niveles de colesterol bajaron -como los del resto- pero no tuvieron ninguna incidencia en la prevención de los accidentes cardiovasculares.
Un ensayo finlandés publicado en 1975 sí parecía apoyar la eficacia preventiva de disminuir el colesterol tras seguir a los pacientes durante cinco años pero en diciembre del 1991 se analizaron los resultados a los 10 años y se constató que quienes continuaron cuidadosamente la dieta para rebajar el nivel de colesterol tenían el doble de posibilidades de morir por una dolencia cardiovascular.
El profesor Michael Oliver escribiría sobre ello en el British Medical Journal lo siguiente:
Añadiremos que el estudio más antiguo realizado sobre las causas de las dolencias cardíacas comenzó en 1948 en Framingham (Massachussets, EEUU).
Pues bien, poco antes de la Navidad de 1997 JAMA, el periódico de la Asociación Médica Americana, publicó un informe sobre el seguimiento realizado entonces que demostró que la grasa saturada reducía los infartos cerebrales.
Preocupados ante la aparente contradicción se les planteó a los investigadores si no sería que los sujetos de la investigación habían muerto antes por accidentes cardíacos y por eso el número de infartos cerebrales era menor a lo que éstos contestaron:
En pocas palabras: tras 49 años de investigación no se encontró relación alguna entre una dieta rica en grasas y las enfermedades del corazón. Y por si fuera poco, en el Medical World News del 27 de marzo de 1992 se publicó otro estudio según el cual entre los adultos estudiados tras sufrir un ataque cardíaco mortal había tantas personas con un colesterol por encima de 300 como por debajo de 200.
Y en el nº 149 de la revista Atherosclerosis se afirmaría que más de la mitad de los pacientes admitidos en los hospitales con un ataque cardíaco presentaban unos índices normales de colesterol.
El Marketing farmacéutico sepulta los datos
Walter Harternbach, en su libro La mentira del colesterol, revisa otros datos generalmente ignorados de los que extrae cinco ejemplos:
Tras examinar los datos existentes sobre la relación ataques cardíacos-colesterol Harternbach formula tres conclusiones básicas:
Cabe añadir que a los ejemplos señalados por Harternbach se pueden añadir otros. En la misma dirección apunta por ejemplo otro informe titulado Necesidad de cambiar la dirección de la medicación relacionada con el colesterol.
Un problema de gran urgencia dirigido por Yakugaku Zasshi y publicado en el Journal Pharmaceutical Society de Japón- pues en él se afirma que “el nivel de colesterol total alto no se asocia con una alta mortalidad coronaria en poblaciones de más de 40-50 años de edad.Más importante aún: los valores de colesterol totales más altos se asocian a menores proporciones de cáncer y de todo tipo de mortalidad en estas poblaciones”. Y aunque a algunos les cueste creerlo hay un largo etcétera de estudios parecidos.
A pesar de todo esto, los niveles de colesterol considerados “aceptables” siguen bajando
El lector debería saber que, en el actual sistema médico-industrial, para multiplicar el número de enfermos -y, por tanto, el número de ventas de un medicamento- basta con reunir a un panel de “especialistas” y que éstos decidan que la cifra de determinado factor -el colesterol, en este caso- debe ser como máximo de la cantidad “X”.
Con esa simple decisión millones de personas que hasta ese día y hora estaban sanísimas pasan automáticamente a ser “enfermas” y, por ende, en potenciales víctimas de un accidente cardíaco.
Y, por supuesto, para que esa posibilidad no se produzca deben medicarse de inmediato. Así se hizo con el colesterol y las estatinas. Y con muchos otros fármacos. Un negocio redondo.
Basta revisar algunas cifras para comprobarlo. En la década de los noventa del pasado siglo XX estaban en tratamiento con estatinas trece millones de norteamericanos según datos de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos.
En el 2001, sin embargo, un panel de expertos decidió cambiar esas normas y el número de consumidores de estatinas pasó así a ser de golpe de 36 millones. Y en el 2004 otra nueva reunión permitió bajar de nuevo la cifra de colesterol aceptable con lo que el número de estadounidenses que pasó a “beneficiarse” del consumo de estatinas pasó a ser de 40 millones.
Pero la corrupción acaba siempre -antes o después- saliendo a la luz. Y esa nueva decisión de bajar la cifra aceptable de colesterol fue ya denunciaba abiertamente por el prestigioso diario USA Today el 16 de octubre del 2004 con estas palabras referidas a quienes la tomaron:
En este caso la situación más impresentable era la del doctor H. Bryan Brewer -Jefe de la División de Enfermedades Moleculares del National Heart, Lung and Blood Institute- que llegó a recibir 200.000 dólares de intereses privados externos mientras ocupaba su puesto en un organismo público como el NIH estatal.
¿Puede alguien mantener en serio que tales expertos emiten juicios independientes ante estos datos?
No es de extrañar pues que más de 30 médicos, investigadores en materia de sanidad y científicos pusieran su firma en una contundente carta dirigida al Director de los Institutos Nacionales de la Salud en la que afirmaban “que las directrices, con sus recomendaciones para terapias farmacológicas, no están justificadas por argumentos de peso científico”.
Pero una vez puesta la maquinaria en marcha no hay quien la detenga. Con los niveles de colesterol “aceptables” a mínimos absurdos -¡qué importa lo que digan los investigadores independientes!- nadie puede impedir ya que los más de 3.000 millones de dólares anuales que sólo en publicidad directa de fármacos y enfermedades se gastan las farmacéuticas en Estados Unidos alcancen su objetivo: hacer creer a gente sana que está enferma.
Una estrategia que se apoya también -entre otras cosas- en las ayudas que la industria da a las “asociaciones de pacientes” para controlarlas, el dinero que invierten en las interesadas publicaciones científicas y en los millones de dólares que invierten en empresas de relaciones públicas para que éstas contacten en todo el mundo con periodistas -en general acríticos y pésimamente formados en este ámbito- así como con todo aquel que tenga cierto poder de decisión.
Sin olvidar, por supuesto, a los visitadores médicos y a los propios médicos, invitados una y otra vez a “congresos” a los que no sólo acuden gratuitamente sino que a veces incluso son pagados sólo por asistir y a los que se hacen todo tipo de “regalos”. Dinero sobra. Incluso para pagar a gente que se dedica sólo a desprestigiar toda voz discrepante independiente.
Y al final, como una mancha de aceite, la idea acaba imponiéndose en las consultas de los médicos que en cuatro minutos atienden a sus pacientes y tras echar un vistazo a los análisis prescriben de inmediato a muchos de ellos cualquiera de las muchas estatinas que ya se comercializan para reducir “ese nivel de colesterol tan alto que tienen”.
La mentira completa así el círculo y los pacientes, engañados, se medican sin necesidad.
El riego-beneficio de las estatinas
Ray Moynihan, periodista especializado en temas de salud y en las técnicas de marketing de la industria para vender fármacos y enfermedades, resume así en su libro Medicamentos que nos enferman e industrias farmacéuticas que nos convierten en pacientes la controversia sobre el uso de las estatinas:
La verdad es que los trabajos que apuntan que el tratamiento preventivo con estatinas por su acción sobre el colesterol podría evitar la muerte por accidente cardiovascular son escasos y nada concluyentes. De hecho investigadores de la Universidad de la Columbia Británica (Canadá) elaboraron un meta-análisis reuniendo datos de cinco ensayos independientes de gran envergadura concluyendo que las estatinas reducen los infartos y los ictus en un porcentaje ínfimo: un 1,4%.
Porque eso significa que de 71 pacientes hipercolesterolémicos tratados preventivamente con estatinas durante cinco años se prevendría ese problema ¡en un sólo caso! Y algo más significativo aún: la tasa de efectos secundarios era del 1,8% superando la capacidad preventiva.
Mike Adams, periodista también especializado en temas de salud, publicó en julio del 2004 un artículo titulado Alerta sobre un fraude médico: las estatinas que reducen el colesterol no salvan ninguna vida (puede leerlo en http://www.newstarget.com/z001268.html en el que señalaba:
Dejamos claro de nuevo que muchos de los científicos, investigadores y especialistas en salud que se muestran contrarios a la extensión de las estatinas como medicamento preventivo no discuten su valor en el caso de accidentes cardiovasculares, discuten que consigan mejorar el estado del enfermo mediante la reducción del colesterol.
De hecho este mismo año se ha publicado en Annals of Internal Medicine un estudio en el que se afirma que las estatinas y los betabloqueantes usados para reducir la presión sanguínea reducen el índice de ataques cardíacos. Realizado por el Kaiser Permanente Health Insurance y científicos de Stanford y de la Universidad de California el estudio indica que el efecto beneficioso de las estatinas se debe a que disminuye la inflamación de las arterias.
Cuestión distinta es si la acción de las estatinas sobre el colesterol es beneficiosa y si los riesgos que afrontan los pacientes que las toman durante mucho tiempo de forma preventiva se justifican. Porque debe saberse que para bajar el nivel de colesterol las estatinas actúan bloqueando una enzima denominada HMG-CoA reductasa que controla la formación de colesterol en el organismo.
El problema es que esa enzima es necesaria para la producción de la coenzima Q-10 que juega un papel muy importante en la producción de Adenosín Trifosfato o ATP, es decir, la molécula que interviene en todas las transacciones de energía que se llevan a cabo en las células.
Se trata pues de una coenzima que está presente en cada una de las células de nuestro cuerpo pero que se concentra especialmente en las más activas que son las del corazón siendo por tanto indispensable para su correcto funcionamiento.
Por lo que usar estatinas para “prevenir” ataques cardíacos alegando que bajan el nivel de colesterol es una incongruencia ya que pueden terminar provocándolos si genera un déficit de Q-10. Y lo que sí está demostrada es la relación entre una carencia de esa coenzima y el deterioro de la función del miocardio, las disfunciones hepáticas y las miopatías, incluidas la cardiomiopatía y el fallo cardiaco congestivo.
El doctor Peter H. Langsjoen, especialista en el ámbito de la seguridad de las estatinas, revelaba en uno de sus trabajos -Cardiomiopatía inducida por las estatinas- que tras 17 años de experiencia con ellas había observado un incremento dramático de los fallos cardíacos como efecto secundario de su ingesta.
Una circunstancia, debemos suponer, que era perfectamente conocida por las compañías farmacéuticas ya que en los años 1989 y 1990 la Merck patentó el uso de la coenzima Q-10 en combinación con las estatinas para prevenir y tratar estas complicaciones (Brown MS. Coenzyme Q-10 with HMG-CoA reductase inhibitors. United States Patent, 4, 933,165. Jun,12,1990).
Y en la patente de Merck se puede leer con toda claridad:
A pesar de lo cual, que se sepa, la empresa jamás mostró especial interés en trasladar a pacientes y médicos la importancia de suplementar con coenzima Q-10 la prescripción de estatinas.
Los daños musculares -y no olvidemos que el corazón es un músculo- provocados por las estatinas como efectos secundarios son los más conocidos desde hace tiempo. Ya en agosto del 2001 Bayer se vio forzada a retirar del mercado Baycol (cerivastatin) después de que se relacionaran con ese medicamento al menos 52 muertes.
Y varios de los pacientes que tomaron Baycol para reducir su nivel de colesterol fueron diagnosticados con un padecimiento conocido como rabdomiolisis, enfermedad de las fibras musculares que se descomponen liberando sus restos en la circulación y causando necrosis tubular aguda, insuficiencia renal y, en algunos casos, la muerte.
Y no son sólo los daños musculares o hepáticos. Aún hay más. Duane Graveline -conocido popularmente en Estados Unidos como “Doc” Graveline- ha sido especialista en Medicina Aeroespacial, astronauta, cirujano de vuelo y médico de familia durante más de 20 años.
Pues bien, tras un episodio de amnesia sufrido como efecto secundario de la ingesta de la estatina Lipitor -recetado para controlar su colesterol “no demasiado alto”- decidió investigar en profundidad sobre el riesgo-beneficio de las estatinas.
Y fruto de ese trabajo fue la página web http://www.spacedoc.net/ y el libro Statin Drugs – Side Effects en cuyo prólogo puede leerse.
En una entrevista que le hizo el doctor Jay S. Cohen a Graveline -léala en http://www.MedicationSense.com éste apuntaba además en una dirección que puede resultar sorprendente, aterradora, pero en algunos casos también esperanzadora.
La pregunta es obvia: ¿tiene usted problemas cognitivos y ha estado tomando durante años estatinas para controlar el colesterol? Porque si es así quizás ni su médico ni usted hayan asociado hasta ahora ese problema con las estatinas pero resulta que ¡podrían ser la causa! Si, tal y como sostiene Graveline, algunos de los problemas cognitivos hoy diagnosticados como irrecuperables fueran el producto de la ingesta prolongada de estatinas la solución preventiva estaría precisamente en no tomarlos.
No estaría pues de más que los médicos que atienden a este tipo de pacientes se ocuparan de saber si los mismos tomaron estatinas y durante cuánto tiempo. Sería un buen comienzo. En julio del 2003 la revista Pharmacotherapy publicaba La pérdida de memoria asociada a las estatinas: análisis de 60 informes de casos y revisión de la literatura.
El artículo examinó 60 casos de deterioros cognoscitivos asociados a las estatinas y recogidos del propio sistema de vigilancia Medwatch de la FDA.
Bueno, pues según las conclusiones esos deterioros estaban relacionados con las dosis: a más fuerte el medicamento y la dosis, mayor el riesgo. Avalando así las conclusiones alcanzadas por Graveline. Otro dato bastante ignorado es que los estudios sobre la eficacia de las estatinas suelen ser bastante sesgados.De hecho en más del 80% de los casos se realizaron con hombres y no con mujeres.
Y raramente se han tenido en cuenta que quienes las toman suelen padecer otras patologías. Precisamente al considerar que los pacientes con patologías subyacentes podrían experimentar serios efectos secundarios el Ministerio de Salud de Canadá obligó el pasado año a los fabricantes de medicamentos -entre ellos los de Lipitor (atorvastatin), Zocor (simvastatin), Mevacor (lovastatin), Lescol y Lescol XL (fluvastatin), Pravachol (pravastatin) y Crestor (rosuvastatin) a que cambiaran la información sobre la seguridad de sus productos y remarcaran el potencial daño muscular en pacientes que consumen alcohol, toman otros medicamentos, padecen problemas renales o hepáticos, son diabéticos, hacen excesivo ejercicio físico, están embarazadas (parece que podría causar malformaciones en el feto), padecen de tiroides, han sufrido daños musculares o en los tejidos (cirugía)… y algunas otras patologías más.
Respuesta inflamatoria
En suma, ha llegado el momento de comenzar a contemplar el papel del colesterol y de todo el arsenal de medicamentos desarrollados en su contra de otra manera. ¿O cuando suena la alarma en su casa la apaga usted en lugar de comprobar por qué suena?
Y formulado así el problema no falta quien ha formulado también la solución desde los mismos planteamientos.
Este planteamiento de Rath podría incluso explicar los sorprendentes datos de algunos estudios citados anteriormente en los que la existencia de altos niveles de colesterol se relaciona con menos casos de cáncer. Todo apunta a que el colesterol, al proteger las paredes de los vasos, impediría la migración de las células tumorales a través de ellos, una de las hipótesis de explicación de las metástasis.
Por ello da tanta importancia Rath a la vitamina C y a dos aminoácidos como la lisina y la prolina pues, junto a otros nutrientes, actúan como protectores del colágeno del tejido conjuntivo en las paredes de los vasos y arterias protegiendo así de las dolencias cardiovasculares (vea lo ya publicado al respecto en el nº 64 de la revista al hablar sobre la Medicina Celular en la sección de Reportajes de nuestra web). Confiamos en que a partir de ahora empiece usted a mirar el colesterol con otros ojos.
Comentario: Lamentablemente, vivimos en una sociedad donde todo está al revés, los que velan por nuestra salud promueven normas que las destruyen y que están basadas en ciencia que no tiene absolutamente ningún sentido.El colesterol alto NO es la causa de las enfermedades cardíacas. De hecho, es algo esencial para una buena salud, ya que lleva a cabo funciones esenciales dentro de las membranas celulares y es sumamente importante para un funcionamiento cerebral adecuado, así como para la producción de hormonas esteroideas.
Y si aún no están convencidos, aquí tiene distintos artículos de distintas fuentes que, tras leerlos, no les quedará ninguna duda de que todo el asunto del colesterol es una gran MENTIRA y un gran NEGOCIO:
http://vistoenlaweb.org/2014/03/03/la-mentira-del-colesterol-o-como-inventarse-una-enfermedad/
No hay comentarios:
Publicar un comentario