domingo, 8 de junio de 2014

LA LARINGE DE JULIAN GAYARRE

1ºC Blanca Moyá García. Técnica vocal. Trabajo de investigación propio sobre Julián Gayarre. ESAD Murcia 2011/12

  • Quién fue Gayarre?
Sebastián Julián Gayarre Garjón fue el tenor navarro que mayor fama ha alcanzado  internacionalmente y  ha pasado a la historia como uno de los mejores tenores que ha habido en el mundo de la ópera.
Este modesto pastor que se convirtió en un gran tenor, nació en el Roncal, en 1844 y murió en Madrid en 1890.
En el Orfeón Pamplonés inició una brillante carrera que alcanzaría su momento estelar el 2 de enero de 1876, cuando interpretó su ópera predilecta, La Favorita, sobre el más prestigioso escenario del canto, el Teatro de la Scala, en Milán. Triunfó en Moscú, Viena, Milán, Buenos Aires, Londres, Madrid, Roma, Montecarlo, Lisboa. La realeza europea le admiraba y le concedía las más prestigiosas condecoraciones y galardones.
Tenía un profundo amor hacia su villa natal, ser roncalés era el título más prestigioso que tenía.
Falleció en Madrid el 2 de enero de 1890, siendo su cuerpo trasladado, en medio del fervor popular, a la villa de Roncal en donde descansa bajo un artístico mausoleo, obra del escultor Benlliure.
La laringe de Gayarre
Extraido de:
¿Porqué Julián poseía esa voz extraordinaria, única?; ¿había algo diferente en su naturaleza para que pudiera emitir esos sonidos tan maravillosos?
El nivel de conocimientos médicos del siglo XIX y  su escasa difusión propició que la imaginación popular atribuyera a su ídolo las más inverosímiles razones fisiológicas para justificar la belleza de una voz que parecía más divina que humana. Así se hablaba de una desviación de la garganta, de un cartílago que no tenemos los demás mortales o de más cuerdas vocales que el resto de los humanos. 

Las técnicas de análisis y exploración de la época tampoco permitían satisfacer la intriga y curiosidad que existía en el ámbito científico. Por ejemplo, durante sus actuaciones en la Grande Opera de París, un doctor parisino examinó la garganta de Gayarre. La encontró tan irritada que le aconsejó firmemente no cantar esa noche, consejo que naturalmente no siguió Julián. Al final de la representación el eminente doctor felicitó a Julián por su facilidad de emisión y por la limpieza de su timbre, admitiendo su total desconocimiento científico. 
La laringe extirpada y embalsamada de Gayarre
En este contexto es lógico que los doctores que le asistieron en su muerte tuvieran la idea de extirparle la laringe. Sin duda, a la curiosidad científica se unía el deseo de evitar la descomposición del órgano que tantas noches de gloria y deleite había proporcionado. 
Obteniendo el permiso de sus sobrinos, el doctor San Martín, en presencia de los doctores Cortezo, Gimeno y Salazar, procedió a la extirpación de la laringe de Gayarre. Es fácil imaginar la emoción del momento y la impresión que debieron sentir los cuatro médicos y grandes aficionados a la ópera al tener en sus manos el manantial de “la voz de ángel”, la laringe del amigo. 
Se embalsamó la laringe y los sobrinos de Gayarre se la regalaron al doctor Cortezo. Este la donó posteriormente al Museo Teatral que entonces creaba Luis París en el Teatro Real de Madrid. Felizmente, éste la recuperó antes de los avatares de la guerra civil de 1936, conservándola hasta su muerte. Su hijo la donó a la Diputación Foral de Navarra en 1950, y esta la cedió en 1993 a la ya constituida Fundación Gayarre, quedando desde entonces expuesta en el Museo de Roncal. 
El estudio sobre la laringe de Gayarre
En 1935, el doctor Amalia Gimeno publicó por primera vez un estudio científico sobre la laringe cuya extirpación él presenció cuarenta y cinco años antes. Esta fuerte demora fomentó que el gran público profano diera crédito a todo tipo de elucubraciones sobre su anatomía. Ha sido también examinada por otros eminentes especialistas: el doctor Slóker apuntó la existencia de un tumor canceroso y el doctor Luis del Campo insistió en la asimetría que presentaba. 
Recientemente, el Hospital de Navarra ha realizado un nuevo examen de la laringe con las más modernas técnicas, ratificando en general las opiniones de los expertos que la habían examinado con anterioridad. 
Básicamente, las conclusiones anatómicas que presentan estos estudios las podemos resumir en los siguientes puntos: 
La laringe es mayor de lo que correspondía a la constitución de Gayarre. Los músculos que contribuyen a su función son fuertes y robustos, como parece que eran todos los suyos. 
De los cinco cartílagos que componen la laringe, el cartílago tiroides, “el bocado de Adán”, tiene en Julián una agudeza muy pronunciada. Esto conlleva una longitud extraordinaria de las cuerdas vocales, o que puede justificar su gran extensión de voz. 
Presenta una asimetría entre la mitad derecha y la izquierda, acentuándose esta diferencia en el cartílago tiroides y en la epiglotis. 
En la parte media de la cuerda vocal izquierda presenta un engrosamiento, una especie de tumor de dimensiones reducidas. ¿Favoreció o perjudicó la calidad de su voz el que este tumor vibrara con la cuerda vocal a más de dos mil veces por segundo?. 

De todas maneras, y como señala el doctor Gimeno, no hay que olvidar que la amplitud, el timbre, la intensidad, la belleza de la voz, no sólo depende de la organización de la laringe. La capacidad pulmonar, los músculos que concurren en la respiración, la faringe, la base de la lengua, el velo del paladar, las fosas nasales. Todo contribuye a la emisión de la voz y a definir sus características. 
Biografía “JULIÁN GAYARRE. Un tenor histórico. Un navarro universal”, Marta Herrero Subirana y Francisco Moreno Bardají.
Documentos de la época
Hemeroteca del diario El Faro de Vigo. 3 de enero de 1890, día después de la muerte del tenor, y 6 de enero de 1890, tres días después de su muerte.
3 de ENERO de 1890
"EN CASA DE GAYARRE"
Tanta era la gente que pretendía ver el cadáver del insigne tenor, que anoche colocaron un inspector de orden público y dos parejas de seguridad para impedir la entrada a todo el que no fuera de la familia.
El cadáver estaba en una cama contigua a la que murió esperando el momento en que los médicos habían de practicar el embalsamamiento.
Esta operación se practicó a la madrugada en presencia del subdelegado de Medicina y de los profesores Sres. San Martín, Salazar, Cortezo y Gimeno. Antes se practicó la extirpación de la laringe, de aquella laringe privilegiada que hizo en Gayarre el rey de los tenores.
Los referidos médicos tomaron datos de antropometría y recogieron detalles interesantes referentes a distintas medidas del cráneo y de la capacidad pulmonar.
La laringe ha quedado en poder del Dr. Cortizo para su preparación conveniente y para su examen.
Mi querido amigo el Dr. Gimeno me ha prometido un interesante artículo para el Faro, que remitiré mañana.

Después del embalsamamiento, el cadáver fue vestido de frac y encerrado en tres cajas, de la que la exterior era una verdadera obra de arte; el féretro se puso encima de una magnífica cama imperial, rodeado de profusión de luces.
Durante la mañana, han estado en la casa del insigne tenor muchos personajes.
"EL ENTIERRO"
A las dos y media de la tarde, la Plaza de Oriente con ser tan grande no podía contener más gente.
Encima de los bancos del paseo, encaramados en los pedestales de las estatuas, en las ramas  de los árboles, en los balcones, en todas partes había seres deseosos de rendir el último testimonio de admiración y de cariño al que como artista llevó el nombre de España en todas partes a una altura envidiable.
Dos parejas de la Guardia Civil mandados por un cabo procuraban a duras penas dejar un claro entre las gente enfrente de la casa mortuoria. Constantemente llegaban a ella comisiones de centros musicales y artísticos con magníficas coronas.
La subida a la casa no se franqueaba a nadie: el ministro de Gracia y Justicia tuvo que darse a conocer para que le abrieran paso.
A las tres y cuarto apareció el cadáver del gran Gayarre por el portal de la casa, conducido el féretro por los sepultureros. En el mismo momento comenzó a nevar copiosamente. Esto no fue obstáculo para que todo el gentío que invadía la plaza se descubriera respetuosamente y formara sordo rumor; las frases que se repetían de unos a otros ¡Ahí está Gayarre! ¡Pobre Gayarre! Muchas señoras se llevaban los pañuelos a los ojos, preñados de lágrimas.
Apenas se puso en marcha el cortejo fúnebre, una oleada inmensa de gente se unió al acompañamiento oficial, arrollando casi a los que formaban en la presidencia del duelo. Era el pueblo de Madrid, personas de todas las clases y condiciones que después de haber aplaudido delirantes en la escena a Gayarre, no querían separarse de él hasta el último momento. Era el sufragio del pueblo que una vez mas proclamaba rey de los tenores al infortunado Gayarre.
Presidieron el duelo los Sres. Echeverria (canónigo) Gayarre (Valentin, sobrino del finado) Sorio y Castelar, el cual modestamente rehusó el puesto principal en el cortejo.
Las cintas las llevaban los Sres. Arrieta, Barbieri, Carmona, Bayo, Millan, Sanchiz, Zapatero, Zapata, Marconi y Daban.
Al llegar el cortejo fúnebre al conservatorio, las alumnas, desde los balcones, arrojaron coronas y hojas de laurel. En el gran vestíbulo del teatro Real estaba formada la orquesta dirigida por el maestro Mancenelli y los coros de dicho teatro. Al penetrar en el vestíbulo el carro fúnebre, la orquesta tocó el preludio del cuarto acto de la "Favorita", y con los coros la gran marcha fúnebre de Chopin. El acto era imponente y a muchas personas se le arrasaron los ojos en lágrimas. Siguió después la comitiva por las calles señaladas en el itinerario, llenas de gente, y a las cinco se depositaba el féretro en el furgón que había de conducirle a Pamplona y de este punto al pueblo del Roncal.

Más que de la crisis se ha ocupado el pueblo de Madrid del entierro de Gayarre. La muchedumbre que había en las calles era tanto mas numerosa, si se tiene en cuenta que el día era crudísimo, que ha estado nevando toda la tarde y que reina en Madrid verdadera epidemia de pulmonías; nada de esto ha arredrado a este pueblo generoso, que al honrar a un artista insigne, se honra a sí propio.
El corresponsal.
6 de Enero de 1890
LA LARINGE DE GAYARRE
Los periodistas, como siempre, lo supieron muy pronto. Al cadáver del eminente tenor se le había extraído la laringe. Los médicos encargados de su embalsamamiento habíamos practicado esta operación y post mortem; operación verdaderamente dolorosa para nosotros, ya que no para el pobre cuerpo que, rígido y frío sobre el zinc de la mesa, esperaba que hiciéramos correr por todas sus arterias el líquido que había de conservarle incorrupto.
El público lo supo y nadie lo extrañó. En el simbolismo de la actividad del genio, la laringe de Gayarre bien podía colocarse junto al cerebro de Kant o el corazón de Fortuny. Tratándose del artista que había embelesado con la dulzura de su voz y conmovido con los acentos apasionados de su canto ¿qué más natural que conservar el órgano maravilloso que no volverá a sonar? 
Después del último suspiro, solo queda el barro orgánico que un día moldeó la fuerza de la vida: vaso volcado y roto donde nadie encenderá ya el fuego que llameó hasta entonces.
Algunas horas más, y ni aún aquel barro fino quedará. Nuevas vidas harán de él su presa, y, sobre la materia muerta el trabajo de millonadas de seres diminutos continuará el torbellino del transformador movimiento que hacía pensar tan hondamente a Hamlet.
Y aunque es fuerza resignarse a esta dolorosa desaparición de todo lo que sobre la tierra caracterizó a un hombre, surge en nosotros, siempre que se deja resquicio a la rebelión del sentimiento, la protesta, silenciosa pero aireada, contra esta destrucción, contra este aniquilamiento fatal, inexorable y necesario de todo lo que fue visible en forma humana.
Embalsamar es una intentona de robo que pretendemos hacer a la muerte. Guardar una imagen querida en el lienzo o en el papel es una defensa contra el olvido. Amarnos, conservar lo que sabemos que está sentenciado, a no ser, y anhelamos reproducir, el perdido color de aquella envoltura corpórea que nada en el mundo volverá a modelar. 
Y aun esto no nos basta. El cadáver, guardado artificialmente de la putrefacción ineludible, allá irá al fin y al cabo a acartonarse, en la obscuridad de una cripta: el retrato, que el tiempo ha de hacer borroso y pálido, llamará inútilmente en día lejano a las puertas del recuerdo. No, falta algo. Falta algo más cuando el ser que desaparece ha sido, por la tensión de su trabajo, por la amplitud de su generosa iniciativa, o por la fuerza de su genio, algo sobre el nivel vulgar. Más difícil es entonces la resignación ante aquella irresistible fuerza que lo arrebata todo apagando primero la vista y destruyendo un poco más tarde el cuerpo: pero si la resignación es difícil, el consuelo nos parece imposible. 
Aquel cadáver que se nos escapa algo ha de dejarnos que lo recuerde. Unas veces será el cerebro donde en calenturientas vigilias se engendró la idea o resplandeció prodigiosa la inspiración; acaso, otras, el corazón, musculosa entraña que la emoción espoleó en ocasiones críticas, en los segundos angustiosos del peligro, o en los momentos de las supremas crisis de la historia. 

El cariño, la admiración, el culto a los grandes hombres tienen natural predilección por el órgano cuyo pasmoso trabajo dio relieve a su personalidad y gloria a su nombre. Acaso debería ser siempre el cerebro el órgano augusto que mereciera más que otro la religión del recuerdo y la atención del estudio, pero la especialidad en las manifestaciones del genio obliga a escoger muchas veces, más que el centro inspirador el instrumento admirable que dejó en la obra humana el reflejo de su actividad, por más que con la vida se haya escapado el secreto de sus prodigios. 
Tenía, pues, más razón de ser la extirpación de la laringe que la conservación del cerebro de Gayarre. El deseo natural de la familia justificaba además la preferencia. 
Había por parte, algo de artísticamente conmovedor en el deseo de guardar aquel instrumento humano, pobre capilla de cartílagos, cubiertos de rojiza mucosa, atados por las fuertes y nacaradas cintas de los ligamentos y movidos por músculos aunque pequeños, poderosos. 
La idea, sí no me equivoco, fue del Dr. San Martin, y aprobada por todos nosotros obtenido el permiso de la familia, se practicó la operación. Tengo la seguridad de que mi amigo y compañero San Martín no habrá operado jamás en un vivo con la emoción que hacía temblar su mano en aquellos momentos. 
La cabeza del cadáver tendida hacia atrás y al aire la barba clara, rubia, de diminutos pelos, tantas veces peinada coquetamente antes de pisar las tablas, le hacían salir hacia delante el robusto cuello y los anchurosos hombros. 
La luz de las bugías daba un triste tono al desnudo perfil. Aquellos instantes fueron verdaderamente solemnes. 
Cuando tuvimos entre las manos el delicado instrumento que con tanta pasión había vibrado en vida, nos pareció un sueño. 
Examinamos todos con curiosidad y de primera intención la pequeña caja, de música, sabíamos que no se podían explicar las maravillas de una voz inimitable por la disposición anatómica de las cuerdas vocales, por la dureza o el grueso de los repliegues, por el ángulo mayor o menor de las dos láminas del cartílago tiroides que como fuerte escudo, resguarda el interior del seno donde la voz se hace y se modulan las notas; pero, a pesar de todo, la idea de que teníamos en las manos el portentoso instrumento que había hecho universal el nombre del oscuro herrero de Navarra, nos obligaba involuntariamente a buscar en su examen la explicación de sus triunfos. ¡Cómo si el instrumento, mudo y silencioso para siempre, pudiera decirnos, con sus escuetos datos anatómicos, de que modo el genio supo animarle y hacerle interprete de la pasión conmovedora, de la dulzura infinita y el de aquella música humana, jamás imitada por la cuerda y el metal! 
La laringe de Gayarre no ofrece a primera vista caracteres extraordinarios, ni era posible que los ofreciera. La amplitud, la intensidad, el timbre, la belleza de una voz, no dependen solamente de la organización de la laringe ni de su modo de funcionar. ¿Acaso el ancho pulmón, como fuelle poderoso y los músculos que la respiración concurren , no contribuyen a darle su carácter? ¿No son la laringe, con su alta bóveda, la base de la lengua tan movible a voluntad; el velo mismo del paladar; la boca y la caja de resonancia, de las fosas nasales factores indispensables? En el examen de las funciones de la vida humana, la complejidad de los elementos que a cada una de ellas contribuyen, es una cosa que no debe olvidarse. 

A pesar de todo, la laringe es al fin y al cabo, el sitio donde la voz se produce al soplo vigoroso de los pulmones; pero ¿qué ha de decir de interés al ojo escrutador, y del fisiólogo, el pobre órgano muerto, que sirva para señalar el mecanismo admirable que daba carácter a aquellos matices de fonación, pocas veces iguales y jamás superados? 
Todos los hombres hablan, todos podemos cantar. La voz y el canto, esa segunda voz del hombre como decía Roussean, son don precioso que caracteriza nuestra personalidad y del que todos podemos disponer. Todas las laringes, pues, están dispuestas para hablar y cantar, solo que hay quien lo hace como los cuervos, mientras otras consiguen hacerlo como los ángeles. 
¿En qué consisten esas diferencias? El cerebro dará la inspiración de la frase artística y sabrá comunicar a la palabra el calor de la emoción, y a la melodía la salvaje fuerza de la ira o el delicado acento del amor, pero nada más. El instrumento, la laringe y sus accesorios, ejecutarán la música humana, según su constitución: una ligerísima, sutil y casi inapreciable desviación del tipo ordinario, convertirá la voz en canto, casi inverosímil por lo divino, allí donde el examen del anatema apenas encuentra datos que expliquen este portento. 
Milímetros de más o menos en la hendidura triangular de la glotis; una abertura mayor o menor del ángulo que forman las dos láminas del tiroides; robustez inapreciable tratándose de músculos pequeños cuya contracción no puede medir dinamómetro alguno; cuestión de agilidad y rapidez; limpia tersura de una mucosa jamás irritada o soplo casi interminable de pulmones gigantescos y delicadas, y sensibles cuerdas capaces de vibrar ágil y correctamente miles de veces por segundo sin turbiedades que empañen la nota ni irregularidades que dificulten el paso de uno a otro registro; lengua educada, músculos domados y sometidos por la educación incesante y por un cerebro despierto que no admite protestas de incorreción o descuido; todo esto y algo mas, difícil de adivinar e imposible de inquirir, todo esto explica que dos laringes se parezcan y casi se confundan en la mano del anatómico y una de ellas apenas haya sabido hablar, mientras la otra haya hecho gozar con la dulzura de melodías divinas. 
La laringe de Gayarre parece grande sin tener por ello un tamaño notable por su magnitud. Los músculos que concurrían a su función, los intrínsecos y los extrínsecos, desarrollados, fuertes, gruesos, poderosos, lo mismo que todos los del cuello robusto y los del pecho. Solo viendo aquel tórax y recogiendo las medidas de sus diámetros se comprende como la voz del eminente tenor tenía aquella intensidad y aquella amplitud incomparables, que aun su canto dulcísimo y su registro de cabeza hacia llegar a los mas apartados lugares del teatro. 
Además  del tamaño, lo que choca a primera vista es el agudo del ángulo saliente del cartílago tiroides, de esa prominencia llamada vulgarmente “manzana de Adan”, que en Gayarre no era sin embargo muy notada en vida por el tejido adiposo y por la configuración especial de su cuello y como por la configuración especial de su cuello y como la agudeza de este ángulo influye sobre la longitud de las cuerdas vocales y esta, naturalmente, sobre la extensión de la voz, yo no sé si esto podría ser verdaderamente útil para explicar algo a pesar de que no puede ser característico en las laringes de los que poseen voz de tenor (nombre que precisamente se debe a ser esta voz la medida intermedia de todas las voces y la gente que sostiene la melodía principal en los antiguos centros religiosos), el tener una gran longitud de las cuerdas; estando ésta por el contrario en razón directa de la gravedad forática. 

Más notable que este es aún la asimetría manifiesta y muy visible de la laringe; esto es la desigualdad ente sus dos mitades. 
Empieza ya esta asimetría a echarse de ver en la epiglotis cuyo reborde libre es más alto y como guarnecido por una franja en su lado izquierdo; sigue luego notándose en el borde superior, sinuoso del cartílago tiroides, donde en su parte media hay una profunda e irregular escotadura, que se abre y se dirige también hacia la izquierda y abajo y, por último, se distingue en un detalle interior que llamó primeramente la atención a mi amigo el Dr. Cortezo quien lo hizo notar a San Martín, a Salazar y a mí. En el borde libre de la cuerda vocal inferior, también izquierda, y en su parte media precisamente en el sitio más delicadamente organizado y dispuesto de la laringe se distingue muy visiblemente y sin que deje lugar a duda, una eminencia convexa, irregularmente conformada, como si en aquel sitio la cuerda hubiera engrosado. Esto si que ni tiene una fácil interpretación. La ausencia completa de síntomas anteriormente no permite suponer la existencia de un tumorcillo en el borde de la cuerda. Gayarre no se había quejado jamás de ello. ¿Será esta ligerísima alteración en la forma del borde libre de esa cuerda un hecho de disposición natural? Entonces hay que confesar que jamás perjudicó a su voz. 
La penúltima noche que cantó en el Real el gran tenor le oí el Don Giovanni. Estaba Gayarre visiblemente indispuesto. En las dos preciosas romanzas “Dalla sua pace la mia depende” e “Il nio tesoro intanto andate a consolar”, no era el Gayarre de siempre. Veíasele en la escena parado, frío, sin alma. Recuerdo bien que en el terceto de las máscaras, al contestar a Leporello la frase “grasie di tanto honori”, que corre sobre la melodía del famoso minuetto, más que un artista parecía un maniquí. ¿Qué le pasaba? 
Ah! Bien pronto se vió. 
Pocas noches después, la tremenda cosa; aquella que le torturaba cruelmente desde algún tiempo y amargaba su dicha; aquello que adivinaba, invisible, acercársele sin saber cuando ni como había de herirle; el sentirse de repente tocado en escena; el faltarle la voz; ¡a él! ¡a Gayarre! Al tenor incomparable, al favorito del arte de la música, de la gloria….. aquello llegó. 
La pasión de ánimo que le atormentaba, según dicen sus amigos íntimos, tuvo ya una explicación. 
Cantando “I pescatore di perle” fue a atacar una nota…. Y no pudo. 
Los que estaban aquella noche en el teatro, dicen que no olvidarán jamás la expresión de su rostro. Los que cerca de él se hallaban, oyéronle suspirar con amargura infinita: ¡Esto se acabó! 
Pocas horas antes de morir decía el pobre Julián a su amigo Cortezo, cuyas manos apenas abandonó en aquella noche tristísimo: 
- Yo suelo llorar algunas veces…. Si ahora pudiera…. Eso me aliviaría…
¿Cómo es posible que la laringe de Gayarre medida y pesada, estudiada y vuelta a estudiar, aún siendo como era el instrumento de su gloria, explique todo esto?
Dr. Amalio Gimeno 

Grabaciones de Gayarre
Extraido de:
¿Llego Gayarre a realizar alguna grabación que nos permitiera hoy día hacernos nuestra propia idea sobre su estilo, sobre la calidad de su voz?. ¿Existen todavía estas grabaciones; dónde se encuentran? 
En el estado actual de nuestros conocimientos sobre su vida, se puede admitir que Gayarre sí realizó grabaciones, pero que hoy día no disponemos de ninguna de ellas. 
¿Porque se cree que realizó grabaciones? 
En primer lugar, porque el nivel de desarrollo de las técnicas de grabación en la época anterior a su muerte estaba suficientemente avanzado, difundido y comercializado como para que el primer tenor del mundo en esos momentos no grabara al menos algunos fragmentos de óperas. 
En efecto, Thomas Edison había inventado el fonógrafo en 1877, y al año siguiente lo presentó en la Academia de Ciencias de París. En estos fonógrafos las ondas sonoras hacían vibrar una membrana provista de una aguja; y esta aguja grababa las vibraciones en la superficie de un cilindro cubierto de cera, como un pequeño trozo de tubería al que se le imprimía un doble movimiento de rotación y traslación; para la reproducción se utilizaba el proceso inverso; el cilindro se movía como un manubrio. El fonógrafo alcanza su máximo nivel de evolución en 1889, con los perfeccionamientos introducidos por Summer Tainter: membranas de mica y cilindros que podían reproducirse en serie. 
En 1887, Emile Berliner hace evolucionar el fonógrafo para crear el gramófono; la impresión se hace sobre discos planos de cera, de los que una vez grabados se sacan negativos por galvano-plástica, y éstos permiten reproducir industrialmente el disco por estampación en ebonita. 
Por lo tanto cronológicamente seria lógico que el gran divino de la ópera en ese momento realizara alguna grabación antes de su muerte en 1890; de la misma forma que realizaron grabaciones en 1889 algunos reyes y cantantes, grabaciones que se conservan hoy día. 
1ºC Blanca Moyá García. Técnica vocal. Trabajo de investigación propio sobre Julián Gayarre. ESAD Murcia 2011/12
Estas grabaciones de Gayarre debieron ser en cilindros, no en discos. En esta misma línea abunda el hecho de que el buen amigo y compañero de Julián, el bajo Francisco Mateu, Uetam artísticamente, sí que grabara con la casa Fono Reyna de Madrid, aunque hoy día no se tiene localizado ninguno de estos cilindros. 
En la biografía de Uetan se dice “la misma suerte corrió la voz de Gayarre que también había impresionado algunos rodillos”. Y Sagarminaga cita una de las revistas de la época según la cual el Teatro Real regaló a los asistentes una representación que dio de una ópera de Meyerbeer láminas de plata con la voz de Gayarre grabada. 
Pero realmente las primeras grabaciones de ópera válidas que se conservan son las de Caruso realizadas en 1902, y las de la Patti de 1905. 
En segundo lugar, creo que Julián sí grabó por las afirmaciones que sobre ello siempre he oído a mi padre, que sin duda las había oído de su tío Valentín. Afirmaba con rotundidad que Gayarre había grabado cilindros de cera, uno de los cuales tenía su gran admiradora la reina María Cristina. 
Habida cuenta de la fragilidad de estos cilindros y de los avatares de las propiedades reales, cabe pensar que se rompieron o desaparecieron; pero también podemos hacernos la ilusión de que están perdidos en los fondos de algún palacio y que algún día se localizarán. 
Y también el doctor Elósegui me ha comentado que en la familia Grasset siempre se recordaba que tuvieron un cilindro grabado por Gayarre. De todas maneras debemos pensar que no con las más modernas técnicas electrónicas de recuperación de la voz a partir de viejas grabaciones tendremos el enorme placer de oír el canto de Gayarre reproducido con la mínima calidad necesaria para hacernos una idea de cómo era. 
Biografía “JULIÁN GAYARRE. Un tenor histórico. Un navarro universal” Marta Herrero Subirana y Francisco Moreno Bardají.

El mejor tenor del mundo
Así pues, no se conoce ninguna grabación de su voz, pero un análisis de las críticas musicales que recogía la prensa de su época, unido a la variedad de su repertorio, nos lleva a la misma conclusión a la que han llegado algunos de los grandes tenores contemporáneos, que… como la voz de Gayarre no ha habido ninguna.
Julián Gayarre nació en Roncal en el año 1844 en el seno de una familia humilde. Fue pastor hasta los 15 años, cuando se trasladó a Pamplona para trabajar de dependiente y después como herrero. A los 18 años, el músico Joaquín Maya descubrió sus dotes para el canto en el entonces recién creado Orfeón Pamplonés. Recibió una beca para estudiar en el Conservatorio de Madrid, donde en 1868 ganó el segundo premio de canto, y posteriormente el Gobierno de Navarra le otorgó una beca para estudiar en Milán, donde su carrera fue meteórica. Triunfó en los escenarios de Italia, Rusia, Austria, Alemania, Francia, Argentina, hasta que en diciembre de 1889, durante una actuación en Madrid, su voz se quebró definitivamente. Moría el 2 de enero de 1890. 
Aunque desgraciadamente no se ha encontrado ninguna grabación con su voz, de su prestigio y calidad hablan numerosísimas críticas de la época. Un apunte curioso: fue Gayarre, quien con su interpretación de las óperas Tannhäuser y Lohengrin, arrastró al éxito al hasta entonces discutidísimo Wagner. 
Su casa natal alberga hoy una amplia colección de los trajes utilizados por el tenor en sus representaciones, así como otros complementos de attrezo, entre los que destacan guantes, zapatos, espadas y postizos. 

También reúne objetos curiosos que Gayarre se trajo de sus numerosos viajes, tales como una bicicleta, una carroza de la época o una mesa de billar, y regalos que el artista recibió a lo largo de su trayectoria, premios, condecoraciones, obsequios, fotografías e incluso coronas funerarias. 
En lugar destacado del museo se encuentra la laringe del tenor, que fue extirpada con permiso de la familia a las pocas horas de su muerte para su posterior estudio. 
Entre la amplia documentación recopilada y expuesta, destacan partituras, libretos, diplomas, recortes de prensa, críticas musicales, carteles y cartas manuscritas, junto a diversos materiales que recogen homenajes e iniciativas puestas en marcha tras su fallecimiento para recordar la vida del artista. 
El mobiliario de época que se encuentra en el dormitorio y en la sala contigua, en la planta superior, completan la relación de objetos que pueden contemplarse en la casa del tenor. 
Puede completar la visita a la Casa Museo acercándose al mausoleo donde descansan los restos del tenor, una preciosa escultura ubicada en el tranquilo cementerio del pueblo. 
Fuentes:



http://tecvo1.blogspot.com.es/2011/11/la-laringe-de-julian-gayarre-por-blanca.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario