Harry Grindell Matthews es para algunos uno de los inventores más prolíficos del Reino Unido, el “Tesla” inglés, cuyos múltiples inventos (el más conocido y más temible de todos, el rayo de la muerte) podían haber acortado las dos guerras mundiales. Otros, sin embargo, creen que simplemente fue un charlatán, o un visionario loco, siempre dispuesto a anunciar grandes invenciones, pero incapaz de demostrar y explicar su funcionamiento.
Matthews en su laboratorio. Foto original de Mary Evans Picture Library.
Matthews nació en Winterbourne, Gloucestershire, el 17 de marzo de 1880. Su familia poseía tierras y vivía holgadamente gracias a los ingresos que obtenía de sus granjas. Su infancia quedaría marcada por la trágica muerte de su padre en 1883. Harry quedó huérfano de padre con sólo 3 años y creció muy próximo a su madre. En 1888 comenzó sus estudios en el colegio donde no destacó especialmente. Las clases le aburrían y su curiosidad e inventiva le llevaron a hacer sus primeros experimentos en algunos de los campos de los que más tarde se convertiría en pionero. Harry no tardó en ganarse una fama de chico excéntrico y solitario que pasaba su tiempo desmontado cosas para descubrir cómo funcionaban.n
Unas Navidades Harry recibió como regalo el “The Boys’ Playbook of Science”. El libro, escrito por John Pepper, estaba repleto de experimentos prácticos sobre magnetismo, electricidad, química, astronomía, mecánica y óptica. Sus vistosas ilustraciones y esquemas captaron el interés del joven Harry que no tardó en intentar reproducir sus experimentos.
Harry decidido a estudiar ingeniería eléctrica dejó la escuela e ingresó en el Mechant Venturer’s College donde adquirió los conocimientos necesarios sobre la electricidad. En 1896, cuando sólo tenía 16 años, dejó este college y empezó a trabajar como aprendiz en una firma de ingeniería. En sólo 18 meses aprendió todo lo que podía aprender y marchó a trabajar con J. H. Winter, uno de los pioneros de la iluminación eléctrica.
Durante la Guerra Boer en Sudáfrica, Matthews sirvió a la corona en Ciudad del Cabo y Bloemfontein. Fue herido varias veces y fue condecorado por su valentía. Allí empezó a interesarse por los usos militares de la telefonía sin hilos, que en esos momentos avanzaba de la mano de Marconi, Fessenden y otros.
Dawn, el bote controlado con luz. Foto original London Illustrated News.
Tras contraer el tifus Matthews volvió a Inglaterra. Después de un tiempo para recuperarse, empezó a trabajar en la firma de consultoría de Earl De la Warr, un rico aristócrata al que Matthews había conocido durante la guerra, mientras Earl trabajaba como corresponsal. Tenían intereses comunes y la fortuna de Earl para investigar. Lo primero fue montar un laboratorio en el que Matthews pudo comenzar a investigar las ideas que había tenido estando en la guerra.
Los primeros resultados llegaron el 3 de setiembre de 1907, cuando Matthews transmitió un discurso por medio de la radio a media milla de distancia. Con la confianza que le proporcionaban estos primeros éxitos, Matthews se puso manos a la obra a trabajar en el “Aerophone”, un teléfono por radio que patentó en noviembre de 1909. Una caja de caoba contenía todo lo necesario para la transmisión de la voz. Tanto el receptor como el emisor eran portátiles. Según Matthews, la voz podía escucharse hasta una distancia de 10 kilómetros. Con el apoyo de varios inversores, Matthews fundó la Grindell Matthews Wireless Company.
Los militares no tardaron en interesarse por el aerófono y pidieron a Matthews que les hiciera una demostración. Todo estaba preparado el 29 de setiembre de 1911, sin embargo, antes de comenzar la demostración, y aunque Matthews había exigido que no asistiera ningún técnico (según sus partidarios, porque todavía no había obtenido las patentes definitivas), descubrió a cuatro de los asistentes desmontando uno de sus aparatos, tomando notas y dibujando esquemas. Matthews, enfurecido, ordenó a sus ayudantes detener la demostración y empaquetar todo. Este sería el comienzo de una relación con el gobierno y los militares británicos marcada por la sospecha y la desconfianza que duraría el resto de su carrera.
La prensa se hizo eco del incidente y se puso inmediatamente del lado de Matthews criticando la intransigencia de la Oficina de la Guerra. Los militares se vieron obligados a hacer una nota pública negando cualquier tipo intromisión y afirmando que la demostración había sido un fracaso total, no había llegado ni a comenzar cuando fue suspendida. A los pocos días, Matthews dio marcha atrás y en un intento de rebajar la tensión dijo que sólo había sido un malentendido.
Cámara de Matthews que capturaba el sonido ópticamente. Foto original de Barwell Ernest H.G.
En cualquier caso, sin entenderse con el gobierno, Matthews decidió seguir con su empresa de telefonía. Pidió más dinero sus inversores e instaló dos estaciones de radio. Mientras, seguía investigando y probando nuevos métodos para aumentar el alcance de sus transmisiones. En 1911 estableció contacto por radio con un avión en vuelo, el piloto pudo escuchar a Matthews hablar mientras volaba a más de 200 metros de altura y a unos 100 kilómetros por hora.
Pero pese a los éxitos, la Grindell Matthews Wireless Telephone Company acabó en bancarrota. El aerófono no consiguió llegar al mercado, en parte, debido al perfeccionismo de Matthews que no paraba de idear nuevas mejoras para el sistema. La compañía no ganó un solo penique y las estaciones de radio tuvieron que ser desmontadas.
En 1914, después del estallido de la Primera Guerra Mundial, el gobierno británico anunció un premio de 25.000 libras para el que fuera capaz de crear un arma eficaz contra zepelines y otro para el que diseñara un mecanismo que permitiera el control remoto de vehículos no tripulados. Matthews que había empezado a colaborar con Edmund Fournier D’Albe, un experto en aplicaciones del selenio, trabajó junto a él en un sistema de control remoto para un pequeño barco. El sistema utilizaba un foco para transmitir las órdenes a la embarcación. En diciembre de 1915 Matthews y su equipo hicieron una demostración a miembros del gobierno británico. La demostración fue un éxito y el gobierno inglés les extendió un cheque de 25.000 libras.
Pese a la alta suma de dinero pagada por la Oficina de la Guerra Matthews, los militares, por alguna razón que se desconoce, no dieron ningún uso posterior al invento, ni siguieron evolucionándolo. Podría ser que la idea fuera difícil de poner en práctica o tal vez no fuera tan útil como habían creído en un principio.
Lo primero que hizo Matthews con el dinero del gobierno fue pagar a sus acreedores y con lo que le quedó se puso a trabajar en un detector de submarinos. Después de varias pruebas con éxito, Matthews y su equipo comprobaron que el detector era capaz de detectar submarinos debajo del agua a una distancia de 17kilómetros.
Pese a los resultados, el gobierno británico no mostró interés por el proyecto y Matthews lo acabó abandonando. Matthews pasó entonces a centrar sus esfuerzos en la búsqueda de un método óptico para la grabación del sonido sobre una película. Antes de la llegada de las películas sonoras, el sonido y las imágenes se grababan de forma separada, lo que provocaba que, cuando se proyectaban, el sonido y la imagen nunca estuvieran del todo sincronizados.
Una escena del documental (o publireportaje) “Death Ray”, Matthews, de espalda a la cámara, demostrando el funcionamiento del rayo. Foto original de Barwell Ernest H.G.
Matthews inventó una cámara que registraba el sonido sobre la película a un lado de la imagen, la sincronía era perfecta. Para demostrar su sistema instaló un pequeño estudio de grabación en su laboratorio. Fue en él donde el 16 de setiembre de 1921 grabó unas de las primeras imágenes con sonido de la historia, una entrevista a Ernest Shackleton antes de embarcarse en su fatídica última expedición a la Antártida. Aunque otros ya habían desarrollado mecanismos para grabar imágenes “parlantes”, Matthews estaba convencido del éxito de su invención y creía que los estudios cinematográficos estarían interesados en ella, pero no fue así. La industria cinematográfica no estaba preparada para sustituir todos los equipos de las salas, ni matar a sus estrellas mudas.
Los fracasos no parecían afectar a Matthews y en otoño de 1923 se pondría manos a la obra en el más famoso de sus inventos. La noticia de que varios aviones franceses habían sido abatidos por los alemanes con un misterioso rayo fue su fuente de inspiración. Según Matthews, todos los aviones abatidos lo habían sido en las proximidades de estaciones de radio de alta potencia y asumió que no había sido una mera coincidencia.
Matthews sabía que las ondas de radio podían transmitir energía y consideró que las magnetos del motor de un avión podían cortocircuitarse al pasar cerca de una emisora de radio de alta potencia, lo que a su vez provocaría que el motor se parara. Convencido de poder desarrollar un dispositivo capaz de transmitir energía sin cables, comenzó a investigar. Los resultados no tardarían en llegar, según sus propias afirmaciones, Matthews y su equipo consiguieron encender una bombilla, fundir un cristal, matar algunos animales y parar un pequeño motor a casi 20 metros de distancia.
En mayo de 1924 un distinguido grupo de científicos, periodistas, militares y civiles acudió a una demostración. Ante ellos, detuvo el motor de una motocicleta a 15 metros de distancia, y aseguró que con la suficiente potencia sería capaz de parar el de un avión a una distancia mayor. La demostración, sin embargo, no convenció al gobierno y menos cuando Matthews se negaba a explicar los detalles de cómo funcionaba su invento. Pero la prensa y a la opinión pública sí que estaban de su parte y el asunto acabó llegando llegó a la Cámara de los Comunes. Se habían hecho públicos los primeros contactos de Matthews con Francia y querían saber que acciones estaba tomando el gobierno para evitar que el invento abandonara el país.
El “Sky Projector” en funcionamiento la noche de navidad del 1930. Foto original Fortean Times.
Toda esta presión hizo que el gobierno cediera y propusiera a Matthews repetir la demostración, aunque con condiciones. Esta vez serían ellos lo que proporcionarían la motocicleta y sería colocada por sus propios técnicos, una petición del todo razonable. Si todo salía bien, le darían 1.000 libras a cambio de 14 días durante los que el gobierno podría examinar el invento y hacerle una propuesta económica definitiva. Sin embargo, Matthews rechazó la oferta, según él, tenía una oferta mucho mejor de una empresa francesa, y, además, no entendía porque el gobierno no se daba por convencido con la primera demostración.
Matthews acabó marchando a Francia, donde trabajó con Eugene Royer y una empresa de allí que, efectivamente, le había ofrecido más dinero y mejores instalaciones. Pese a la incredulidad que el gobierno había mostrado, tampoco querían arriesgarse a que el invento, de funcionar, cayera en manos de una potencia extranjera, y el 27 de marzo de 1924 la Corte Suprema prohibió a Matthews vender los derechos de su invento a terceros. El episodio acabó con una persecución en coche para impedir que Matthews cogiera un vuelo hacia Francia, pero para cuando los agentes llegaron al aeropuerto, donde también llegaban seguidores de Matthews, su avión hacía sólo minutos que había despegado.
Pero el gobierno británico no era el único que luchaba por mantener el rayo de la muerte en el país. Samuel Instone y su hermano, unos magnates de la aviación y del transporte marítimo, ofrecieron a Matthews un gran pago y un sueldo de varios miles de libras a cambio de que no marchara con su invento. A cambio, sólo le pedían que el invento convenciera a sus asesores científicos. Sin embargo, fue justamente esta clausula la que no convenció a Matthews.
Su invento podía valer muchísimo o nada. Era evidente y razonable que nadie estaría dispuesto a pagar una fortuna por él sin haber podido comprobar su efectividad. Sin embargo, Matthews no lo veía así y una vez más se negó a proporcionar una prueba tangible de que su invento funcionaba. Su respuesta fue un documental en el que supuestamente de mostraba el rayo en acción. “The Death Ray – The Most Startling and Breath Taking Motion Picture Ever Made!” (El rayo de la muerte – La más inesperada y sorprendente película nunca hecha). El documental se proyectó en Gran Bretaña y Estados unidos, aunque, según los oficiales del gobierno, el rayo de la muerte que aparecía en él no se parecía en nada al que ellos habían visto.
La publicidad que el caso de Matthews había generado hizo que no tardaran en salir imitadores, algunos de ellos en el extranjero. Hasta diez personas afirmaban haber inventado su propio rayo de la muerte. Pero al igual que Matthews, ninguno de ellos pudo demostrar ante los miembros de la Oficina de la Guerra que su invento realmente funcionaba.
Matthews tocando su luminófono. Foto original Swansea County Archives.
¿Cómo funcionaba el rayo de la muerte?
Supuestamente, el aparato tenía un generador eléctrico especializado y era capaz de generar un rayo “transportador” que se actuaba como conductor de la electricidad. Era esa electricidad la que fundía las magnetos. Sin embargo, Matthews no explicó jamás la naturaleza de su rayo transportador y eso provocó que la prensa se limitara a especular sobre él. Algunos comentaristas creían que era aire ionizado, pero otros hablaban de ondas de radio excepcionalmente cortas.
Aunque la prensa, en general, siempre se puso del lado Matthews, la comunidad científica nunca vio con buenos ojos su afición de anunciar inventos sin haberlos probado suficientemente. Además, muchos científicos de renombre creían que no existía ningún tipo de rayos que al concentrarse pudieran producir la fuerza de la que hablaba Matthews. Algunos se ofrecieron a ponerse delante del rayo el tiempo que hiciera falta, convencidos que no les haría ningún daño.
En cualquier caso, nunca ha quedado claro cuánto hay de realidad en el “rayo de la muerte”. Existe una solicitud de patente francesa del año 1924 sobre “proyección remota de electricidad de alta frecuencia”, la firma Eugene Royer, el socio de Matthews. Aunque sí queda claro que ante la imposibilidad de demostrar el funcionamiento de rayo de la muerte, Matthews abandonó su intento de vender su invención a algún gobierno europeo.
Frustrado con el gobierno y militares británicos, Matthews marchó en julio de 1924 a Estados Unidos. En Nueva York, a donde también había llegado la fama de su rayo de la muerte, recibió una oferta económica importante a cambio de demostrar su invención en una feria. Matthews renunció a este dinero fácil, según él, porque no estaba autorizado a demostrar su invento fuera del Reino Unido. Aunque unos meses más tarde informó que “América” le había comprado su rayo. Nunca ofreció más detalles sobre esta operación, ni concretó el término “América”, ni cuánto dinero recibió a cambio, en caso de ser cierto.
El refugio-laboratorio en las montañas galesas. Foto original de Jonathan Foster.
En Estados Unidos se apartó del mundo de la guerra y comenzó a trabajar en invenciones más pacíficas. Inventó el “Luminaphone” y el “Sky Projector”. El primero, de dudosa utilidad, era un dispositivo musical extraño que se tocaba de manera similar a un piano, las teclas encendían y apagaban unas luces que pasaban a través de los agujeros de un disco rotatorio y llegaban a unas células de selenio que transformaban las luces en sonido.
El “Sky Projector”, que pudiera ser el predecesor de la “Batseñal” de Batman, estaba diseñado para proyectar imágenes sobre las nubes. Matthews hizo varias demostraciones públicas de su invento proyectando una imagen estática o un reloj sobre nubes, pero el invento, aunque vistoso, tampoco triunfó. Pese a haber podido revolucionar el mundo de la publicidad, nadie se interesó en él.
Tras este nuevo fracaso, en 1931, Matthews declaró la bancarrota. En sus libros contables había innumerables préstamos e inversiones que nunca produjeron ningún beneficio, pero que le permitieron vivir en lujosos hoteles mientras trabajaba en sus inventos.
En 1934, después de encontrar nuevos inversores Matthews volvió a la carga. Para huir de la presión mediática que causó el “rayo de la muerte” y, también de las intromisiones del gobierno, Matthews se construyó un refugio-laboratorio en medio de las montañas galesas. El laboratorio tenía todo lo necesario para vivir y disponía de su propio suministro autónomo de agua y electricidad. Lo ideal para seguir investigando en reclusión. La finca, además, tenía una pequeña pista de aterrizaje y toda ella estaba rodeada por una verja electrificada, coronada con alambre de espino.
El torpedo aéreo en funcionamiento. Foto original de Barwell Ernest H.G.
Los vecinos del pueblo veían luces extrañas saliendo de su laboratorio y especulaban sobre lo que allí debía ocurrir. Algunos acudieron a la policía para denunciar rayos que estaban provocando enfermedades, muertes de animales y coches que se paraban al pasar por las proximidades del laboratorio. Después de todo, el rayo de la muerte quizás sí que funcionara.
En la tranquilidad de su retiro voluntario, Matthews volvió a centrarse en una de sus primeras invenciones, el detector de submarinos. Más tarde, inventaría el “Torpedo Aéreo” para defender las ciudades de los ataques aéreos. Se trataba de un pequeño cohete que explotaba en el cielo liberando otros cohetes más pequeños en todas las direcciones, dentro de cada uno de estos cohetes había una pequeña bomba sujeta por un cable metálico a un pequeño paracaídas. Los cohetes dejaban ir la bomba que quedaba colgando del paracaídas creando una especie de campo minado volante en el que los aviones se enredaban con los cables de las bombas y las hacían explotar. Según Matthews, muchos de estos torpedos, cargados con muchas bombas paracaídas, podrían crear un anillo protector volante alrededor de las ciudades.
En enero de 1938 se casó con Ganna Walska, una cantante de ópera americana cuya fortuna personal ascendía a 125 millones de dólares proveniente de sus anteriores matrimonios. Unos años más tarde, el 11 de setiembre de 1941, su casero le encontró en el suelo de su salita. Ese mismo día moriría de un ataque de corazón. Se rumorea que oficiales del gobierno se llevaron la mayoría de sus equipos y notas, sólo hacía unos días que “Death Ray Matthews”, como era conocido en la prensa, había visitado el 10 de Downing Street para discutir los detalles de su torpedo aéreo.
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