Hay muestras de amor tan cariñosas como una patada en el cielo de la boca. En un momento de locura transitoria puedes pensar que tatuarte la foto de tu churumbel es una buena idea. Con toda certeza, visualizarás sus delicados rasgos traspuestos con artística precisión sobre la piel de tu espalda. No te precipites. Deja pasar 24 horas y antes de pedir hora en el tatuador de guardia piensa que su carita sonriente va a convertirse en un rostro cachetudo y deforme en cuanto engordes, se corra la tinta o, lo que es más probable, ambas cosas sucedan simultáneamente.
Supongamos que prefieres ignorar el sabio consejo de arriba. Has dejado pasar las 24 horas preceptivas y sigues convencido de que tatuarte el jeto de tu churri en un antebrazo es una prueba de amor eterno. Si quieres porfiar en tu error, tú mismo, pero analiza primero la pericia del operario que empuña la aguja criminal, no sea que te haga un destrozo como los que siguen:
http://blogs.publico.es/strambotic/2014/04/tatuses-chungos/
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